Morir de pie
"CUANDO EL ÚLTIMO ÁRBOL SEA CORTADO,EL ÚLTIMO RÍO ENVENENADO, EL ÚLTIMO PEZ ATRAPADO,SOLO ENTONCES DESCUBRIRÁS QUE EL DINERO NO SE COME"INDIOS CREE
'Morir de pie' es una narrativa transmedia que a través de un hecho de la ficción, documenta un hecho de la vida real que se ha venido presentado en la ciudad de Cali, como lo son los arboricidios, así mismo, documenta sobre las aves que viven en la ciudad, y la ardilla cola roja.
Esta producción textual y visual tiene como fin crear una interacción con el usuario y que el mismo se encargue de saber que tipo de información conocer.
Las creadoras de "Morir de Pie" está conformado por las estudiantes de Diseño de Comunicación Gráfica, Marcela Perilla, Melissa Mejía de igual modo por estudiantes de Comunicación Social - Periodismo Camila Ramos Caicedo, María José Lozano y Karen Briñez. Todas alumnas de la Universidad Autónoma de Occidente.
NOSOTRAS
UNIVERSO NARRATIVO
Algunos derechos reservados
Morir de pie es un ejercicio académico realizado por estudiantes de la Universidad Autónoma de Occidente. Creado con Wix.com
Camila Ramos
Marcela Perilla
Karen Briñez
María José Lozano
Melissa Mejía
Ya masacraron a los de la zona oriental. A pesar de la distancia que nos separa, se escuchan los gritos lúgubres de los que agonizan. El viento trae hojas manchadas de sangre que atestiguan la pérdida de tantas vidas mutiladas por mercenarios. Ahora la muerte viene avanzando con paso firme hacia nosotros, y sus ropas se cofunden con la selva tupida. El crepúsculo anuncia el fin.
Cada vez escuchamos más cerca los camiones. Estamos paranoicos, no podemos escapar. Hace una hora pasó un tanque. Hay niños gritando por doquier. Todos intentamos movernos con desesperación pero no podemos, estamos paralizados. Con el arribo de los tanques, los gritos y los llantos se silencian, y fluye una corriente helada en el ambiente. Nuestros verdugos descendieron de los camiones y los tanques, como hormigas, con movimientos entrenados. Armados con motosierras, siguen las órdenes del que habla más fuerte. Se reparten por diferentes zonas del gueto.
El jefe, un hombre fortachón, lleva en la mano una lista de los que habitamos en el área. Un sudor frío recorre mi cuerpo. El que manda se para en frente de mi hermano, le hace señas a su camarada, le dice que van a iniciar la masacre con el chico; luego seguirán con el orden de la lista. Sólo puedo lamentarme, sin emitir una sola palabra. Es mi hermano más pequeño.
Empiezo a llorar a torrentes. La bestia ya ha encendido la motosierra y la está acercando al niño.
Cierro mis ojos con fuerza, para luego obligarme a ver en el suelo el brazo ensangrentado del pequeño. Procuro retener el aliento. En ese momento un hombre frente a mí empieza a reír mientras pasa su arma afilada de una mano a la otra. Intento moverme, me esfuerzo hasta el agotamiento pero es en vano. Alcanzo a imaginar el filo helado en mi carne.
Supongo que perdí el conocimiento por un largo rato. El recuerdo es borroso en mi cabeza.
Creo haber despertado en posición fetal. Muchos hombres se apuestan alrededor mío, sofocándome. Hacen más oscura la noche. Esta vez van vestidos de negro, con piel de cal, parecen fantasmas y tienen ojos de serpiente. Estoy sediento, extraño la luz del sol. Cierro mis ojos, deseo no presenciar aquella pesadilla.
Cuando vuelvo en mí, lo primero que veo es al hombre que se acerca con una motosierra en su mano. Un hacha yace ensangrentada sobre el suelo. Me ha cortado los brazos. La sangre derramada por todo el lugar me produce un mareo que casi me hace desfallecer otra vez. Permanezco firme mientras él se acerca poco a poco, con el arma encendida. El ruido ensordecedor ahoga mi llanto. El sudor y la sangre corren a borbotones por todo mi cuerpo. El hombre empezó a cortarme el estómago. Intento mirar a otra parte, pero el panorama sombrío me hizo entrar en pánico. Todos mis hermanos yacen destrozados en lo que alguna vez fue una selva poderosa.
SIGUE BAJANDO